martes, 1 de octubre de 2013

HISTORIA DE SONSÓN

ACTA DE FUNDACIÓN


En esta nueva colonia de San Josef de Espeleta de Sonzon Jurisdiccion de la cuid Arma de Rio-Negro en QUATRO DIAS DEL MES DE AGOSTO DEL AÑO DE MIL Y OCHOCIENTOS. 

D. Josef Joaq" Ruiz, juez poblador desta fundacion de San Josef de Espeleta de sonzon, por quanto es peculiar a mi empleo y oficio el providenciar el que se hagan las casa q" sean conducentes en dha fundacion para el  buen regimen y gobierno de dha mi fundacion y q" los nuevos fundadores vecinos de ella se funden con arreglo y se aposesiones para el buen progreso y adelantamiento para que deste modo eviten inquietudes q" perturben  la paz y union que se desea y se debe guardad entre los fundadores, para lo cual guardan las ordenes siguientes:

Primeramente ordeno y mando a todos aquellos q" se les entregue solares en la plasa hagan sus casas lo menos  de doce varas de sus anches y altor correspondiente, bien armadas para el lucimiento de ella y que iguelmente  las casas de als calles las hagan con arreglo de diez varas, poco más o menos, y q" para el tiempo del cuadro  abizaran a los Sres. Josef Ant° Alzate y a D" Antonio Delgado, o á D" Matias Arias, o á D" Norberto Ozpina.


Itten. Mando q" todos aquellos que vinieron con delito sumariado no se consientan en esta fundacion,  y si alguno supiere q" han venido con delito me daran quenta, como tambien q" todos aquellos q" vinieron con el fin de ser fundadores, y q" se conozcan ser de buena conducta, pasen a darme quenta con q" fin vienen,  y siendo fundadores pasaran donde D" Josef Alzate a apuntarse q" es el q" corre con los apuntes, como tambien a  q" les entregue solar.


Itten. Mando q" todo aquel q" supiere q" alguna persona o personas se hallan en mala amistad me daran quenta a mi o al Alcalde deste Partido q" se les guardara tode respeto.


Itten. Ordeno y mando q" tosos los fundadores vengan a rozar a esta fundacion, en un cuerpo, y cada uno con su guardarraya  para el lucimiento de un buen lugar. Todo lo qual guardaran, cumpliran y excutaran baxo pena y multa de dos patacones, tres dias  de priciones; los patacones aplicados para costo de la fundacion y de no cumplir con lo mandado. " Asi lo determino, mando y firmo  con testigos, & JOSEF JOAQn RUIZ ZAPta. Tgo. JOSEF ANTONIO DE ALZATE. Tgo.  JOSEF BACILIO ACUIRRES. (todos lubricados)


En dho, dia yo dho. juez, acompañado de los mismos vecinos, hice cuadrar la plaza la q" quedo de ciento y diez y seis varas en quadro  con sus ocho calles; y de alli pase con los mismos a demarcar el terrreno de la Iglesia, en aquella parte que se tuvo por mas conveniente  por lo seco del terreno y libre de los vientos, á la qual se le dio secenta varas de largo y treinta de ancho; y6 habiendo hecho esta diligencia,  pase con los mismos a demarcar el terreno para Casa Real, la q" se demarco de veinte y cinco vars en quadro; de alli pase y destine solar para el Cura, y por consiguiente fui entregando a los vecinos q" se hallaron presentes q" son los siguientes: primeramente: A Dn Antonio Delgado, á D". Josef Joaquin Hurtado, á Loberto de ozpina, á Carlos Balencia, á Bartolome Lopes, á Miguel Marin, á Francisco Sanchez,  á Nicolas Lopes, á Gregorio Osorio, á Pablo Diaz, á Miguel de Arango, á Vicente Herrera, á Josef Herrera.- En las calles entregue: 

Primeramente A mi el dho Juez Fundador, á D" Josef Pablo Ruyz , á D" Josef Antonio Xaramillo, á D" Josef Antonio Arias, á D" Matias Arias, á D" Fernando Arias, á D" Miguel Arias, á D" Juan Josef Hurtado, á D" Joaquin Alberto Hurtado, á D" Francisco Hurtado, á D" Juan Bautista de Vargas, á Ignacio Betancur, á Alexandro de Ocampo, á Basilo de Ocampo, á Manuel Betancur, á Nepomuseno Betancur, á Orosio Dias,  á Fransisco Orsorio, á Casimiro Hurtado, á Juan Antonio londoño, á Ignacio Ortiz, á Amancio Lopes, á Pedro Ortis, á Pablo Tabares,  á Manuel Marin, á Francisco Alarcon, á Pedro Arias, á Juan Angel Hernandes, {a Juan Ignacio de Ocampo, á Ignacio Granad,  á Juan Josef Arcila, á lorenzo Morales, á Bacilio Aguirre, á felis Aguirre, á Feliciano Muños, á Antonio Quintero, á Gaspar Patiño,  á Alexandro Muños, á Ignacio Ramirez, á Christobal Balencia, á feliz Bera, á Tomás Ramerez, á Frutoso de Ocampo, á Gregorio Tabares,  á Anselmo Ocampo, á Josef Ramirez, á Francisco Tabares, á Nepomuceno de cardenas, a Josef Antonio Tabares, á Roso morales, á Vicente Nieto,  á Jose Balencia, á Rey Guarin, á Pedro Balencia, Ramon marin, á D" Juan Angel de Inestrosa, á Nepomuseno Osorio. 



  NOTA: La anterior acta pretende mantener como elemento histórico las palabras y expresiones de su tiempo, manifestando que no deben ser tomadas como faltas ortográficas o de sintaxis sino que se mantiene la fidelidad en el texto del autor.


ECOS PARA UNA CATEDRAL

Hace 77 años nuestros antepasados celebraron una importante ceremonia: La colocación de la primera piedra para la que siempre todos llamríamos la catedral. Ardua, imponderablemente dificil era la obra que se emprendía, tanto por su magnitud como por los rudimentarios medios de construccion de que se disponía y las dificultades económicas que eran muchas. pero nada arredraba a aquella generación fuerte y decidida, confiada en Dios y con fe en si misma. Con amor, con obtimismo, con voluntad férrea, comenzaron los trabajos.

La montaña de granito, cuyos pies bañaba mansamente el río Sonsón, se sintió herida por la mano firme del hombre y de su seno comenzaron a  brotrar toneladas y toneladas de piedra, que ya en alegres romerías, ora en piadosas procesiones y mientras salmodiaban el Rosario, transportaban en hombros, niños, hombres y mujeres, de todas las edades, de todas las clases sociales. También las recuas de Bueyes, con su caminar cansino y  perezoso, desfilaban en admirable continuidad de turno con sus pesada carga de granito. Los propietarios de esos bueyes, aquellos arrieros de recia  estampa y corazón creyente y valeroso, que recorrian todos los caminos de la patria, no tenían inconveniente en sacrificar el jugoso valor de un viaje comercial, para poner sus recuas al servicio de la casa de Dios.


En el demarcado atrio de la Iglesia, nunca faltaban grandes acerbos de material. Artistas, porque eso eran aquellos obreros, tomaban cada piedra y a golpe de pica le iban dando esas formas maravillosas, que con presión temática, encajaban unas con otras, formando poco a poco muros, columnas, capitales, arcos obijas, naves, hasta terminar en las dos majestuosas torres que, rematas por la cruz se prerdian en las nubes. la quietud y el silencio fueron interrumpisos por el concierto que formaban los golpes de las picas al moldear la piedra; por las voces de mando de los capataces. y a medida que la construcción se levantaba, el paisaje ofrecía facetas de belleza insospechada. el sol avanzando en su carrera le daba cambiantes tonalidades, insólitos reflejos. Y en la noche callada, la luna, con su pálida, llenaba de misteriosas y fantasmagóricas figura el recinto.

pasaron los años y llegó por fin el día grandes entre todos, aquel en el cual se cumplió el anhelo de tantas generaciones, la solemne consagración como Catedral de la majestuosa obra con tantos esfuerzos realizada, para gloria de Dios y orgullo de los Sonsoneños.

Pero los designios del Señor son inescrutables. en un momento, aquello que juzgábamos inconmovible y eterno, aquella magnificencia, aquella catedral, admiracion de propios y extraños, ¡se vio herida de muerte! Destruida por un sismo ocurrido en 1962.


Afanosamente, con angustia profunda, los habitanes de la ciudad convergían a la plaza, porque todos estaban pendientes de SAGRARIO. Un cordón de policía señalaba el límite a qeu podía llegarse. y un puñado de valientes, encabezado por el Señor Cura despreciando el peligro con heroica temeridad, 


comenzó la remoción de escombros. a medida que adelantaba en su tarea la intraquilidad, la espectativa, el temos de los presentes aumentaba.






NOVIAZGOS Y MATRIMONIOS
En este continuar buceando en el mar de mi memoria retrospectiva, me encontré con aconteceres que a ustedes les van a parecer lo  mas insólito del mundo, en el se concertaba y llevaban a efecto, los noviazgos y matrimonios por allá, en esos años 20.

La inclinación de un noviazgo era un verdadero malabarismo; miradas, sonrisas bobaliconas, señales y el novio plantado en la esquina  de la casa de la novia y esta asomaba por un postigo, por la ventana y a veces por el balcón, si lo había.

La única oportunidad de hablar y declararse el novio, era por la ventana de alguna amiga caritativa que hacia cuarto. Ir juntos a un cine,
jamás, porque ni siquiera había cine. En cuanto a las veladas, que si las había y hasta muy buenas, la novia en platea, entre papá y mamá  y el por allá en palco, desde el cual pudieran cambiar con ella siquiera una mirada. En cuanto a cogiditas de mano o besitos? Cuando, cómo y dónde?

Además eso sería puro pecado mortal. ( ¡ y ver ahora que son los noviazgos!)
Cuando la cosa iba muy enserio y las familias, ya enteradas aceptaban las relaciones, la novia salta a la ventana dos o tres veces por semana,


Y siempre con la mamá a un lado, haciendo crochet y poniendo cuidado. El novio estaba muy bien informado de esta vigilancia. Al fin maduraban las relaciones con miras al matrimonio. En las familias de la alta sociedad (porque hay que tener en cuenta que las diferencias sociales se tenían  muy presentes) un buen día los padres del novio con sus atuendos domingueros, se dirigían a la casa de la novia en la cual ya estaba anunciada  la visita. Los saludos eran muy protocolarios y acogida muy amable por parte de los padres de la novia, la cual, detrás de una puerta y toda  temblorosa, escuchaba la conversación.

Bien acomodados en la sala, comenzaban un dialogo muy sustancioso sobre las cualidades de sus hijos haberes patrimoniales, etc. Por fin el padre el novio, con mucha prosopopeya decía poco o más o menos: - Hemos venido a pedir a ustedes muy formalmente la mano de su hija María para  nuestro hijo José. Creemos que se quieren, se respetan y aran una buena pareja y Dios mediante formaran un hogar ejemplar. El padre de la novia  decía entonces (porque a las mamas no las dejaban hablar )
Nosotros hemos estudiado muy bien el asunto y con mucho gusto concedemos la mano de María a José. Claro que nos hará mucha falta esa muchachita tan 
cariñosa y hacendosa, pero esa es la ley de la vida. Además estamos convencidos de que ella quedará en buenas manos, ya que los hijos heredan las
virtudes de los padres, y ustedes han formado un hogar ejemplar. Voy a llamar a nuestra hija para que los salude. Roja como una amapola, aparecía la 
muchacha a saludar a sus futuros suegros. Claro que el saludo no era de beso y abrazo como ahora, sino de una sobadita con las extremidades de los dedos
y la consabida preguntica: - Cómo están ustedes? Así terminaba este primer acto de concertación del matrimonio, al cual seguía una visita del novio ya
autorizado para entrar a la casa. Claro que la visita no la recibía ella sola, sino bien acompañada por alguna hermana o tía.

El segundo acto era la visita de protocolo en que la novia tenía que hacer a la casa del novio. A propósito de esto, voy a contarles algo. Dos de mis primas
y yo éramos muy inquietas y hasta malévolas. Se nos ocurrían travesuras incalificables. Por ejemplo: teníamos unas siluetas de rata muy bien recortadas en paño negro. Las restregábamos fuertemente en la pared para que quedaran blancas de cal.

Nos escondíamos detrás del portón y cuando iba a pasar una persona con traje oscuro, muy disimuladamente le arrojábamos los pañetes por detrás. 
Estos caían a los pocos pasos, pero las ratas quedaban bien marcadas en la espalda de la víctima.

Una señorita de las más distinguidas y hermosas del pueblo, pasaba con su mamá por nuestra puerta, camino de la casa del novio a su visita protocolaria.
Era ella muy rubia y llevaba elegante vestido de terciopelo negro, que le sentaba a la maravilla. Esto que vemos mis primas y yo, y corrimos a refregar bien en la pared las siluetas de rata y nos pusimos alerta. No bien pasaron la novia y la mamá, nosotras mañosamente arrojamos a la primera los pañetes, con  tan buena o mala puntería, que fueron a parar sobre el negro terciopelo del vestido, precisamente allí donde la espalda pierde su modesto nombre. 
La señorita, muy ufana siguió para su visita de compromiso. Por el momento, sólo la suegra se dio cuenta de la situación y le dijo con todo cariño:
- Por Dios mijita, dónde te sentaste? A nosotros nos dio mucho remordimiento cuando la vimos salir llorando, y a la mamá con una rabia que, si nos pilla, nos mata.
El tercer acto era el ajuar, tanto de la novia como del novio.

En la casa de ella, toda la parentela se reunía a coser túnicas, enaguas, pantalones, camisas de dormir, todo de género blanco muy fino y con muchos bordados,
pasaletines y encajes. Los corsets, porque en ese tiempo se usaba esta prenda, los traían de Medellín. Los sobrecorsets, los hacían en casa, de fino olán con
muchas franjas.
Además cosían los Vestidos de casa, de calle, los delantales, matinés y también los brasieres. En ese tiempo no se conseguía la ropa hecha.

Sombreros no se usaban, pero si mantillas y pañoles de jersey con fleco de macramé.
El ajuar del novio también era muy complicado. Fuera de los muebles, tenían que hacer en su casa la ropa de camas, servilletas, marcar toalla, hacer colchones y por último la ropa para él. Además camisas y calzoncillos largos hasta media pierna, con los cuales debían dormir, pues nunca se oyó hablar de pijamas. 
Las camisas interiores eran de franela muy fina y también seguramente dormían con ellas. (¡Y pensar que no había baño en las casa!).

El cuarto acto era el matrimonio. Ella vestida de reina o de virreina. En el primer caso, el vestido era de rasgo, muaré o negro.
Generalmente el atuendo lo encargaba a Medellín a una buena modista, la cual enviaba todo completo: Vestido, velo, zapatos, medias y guantes y naturalmente  el ramo de azahares, elaborado con tal perfección y de un material tan especial, que parecían acabados de cortar del naranjal. Todo esto muy bien empacado, 
porque había que traerlo a lomo de mula. Cuando la novia iba vestida de virreina, todo era igual a lo de la reina, menos el vestido que era negro, lo mismo que los zapatos. Casi todas estas cosas eran importadas por casas comerciales de Medellín especializadas.

El novio, vestido de rigurosa etiqueta, con “colepato” como llamaban al saco leva. Además pantalón gris rayado, zapatos de charol, camisa blanca con cuello duro y corbatín, guantes y algunos de ellos con bastón, con puño de plata. Completaba el atuendo el sombrero de copa. Y no crean que esto sea mentira. Lo comprueban fotografías de aquella época que aún se conservan en algunas familias. Y si no creen, díganle a Miryam que les muestre el vestuario del Grupo Ruiz y Zapata.

La novia salía, de la casa del brazo de su padre. La madre, hermanos, y demás parientes, seguían detrás en perfecta fila india. Esto constituía un verdadero
espectáculopara ver, el cual, la gente se arremolinaba en las esquinas. Al llegar a la iglesia, el novio y su familia esperaban en la puerta. 
Allí el novio recibía la novia y de la mano subían hacia las gradas del altar, al son de la marcha nupcial ejecutada en el armonio por el corista. 
La ceremonia era muy sencilla. El sacerdote de espaldas al pueblo,(como eran en aquella época) celebraba la misa. Los rezos eran todos en latín,
inclusive la carta de San Pablo, de la cual los novios se quedaban en ayunas.

Les bendecían las argollas, les daban la comunión, pero no como ahora bajo las dos especies. Les daban la bendición y algún consejito en voz baja y así salían 
los cónyuges muy orondos, cogidos de brazo y al son de alguna marcha que el corista tenía preparada. Desfilaban hacia la casa de la novia donde se servía un suculento desayuno porque hay que advertir, que los matrimonios eran temprano, ya que la Misa, mayor eran a las ocho de la mañana.

Los recién casados salían al escondido para no despedirse y se dirigían a la casa de algún pariente, a cambiarse de ropa, ya que el viaje de la luna de miel era  siempre a una finca (Nada de Islas, ni Costa, ni Miami). El viaje era a caballo y a veces, por varias horas.
Bueno, de la luna de miel poco se puede decir. Lo único era que la novia iba tan pura e inocente como si apenas hubiera hecho la primera comunión. 
A las mamás les parecía dizque un pecado quitarles la inocencia a las muchachitas, por la cual iban “cómo va el matadero la res…” les cuento que una pareja, 
muy rica y distinguida, llegó a la casa de campo donde pasarían la luna de miel. Era ya tarde y muy cansados, se sentaron en una tarima en el corredor.
Los cogió la noche admirando el paisaje y la luna llena, allí sentados amanecieron muertos de frío. Eso sí, después se desquitaron con una prole de trece hijos.


LOS ENTIERROS

Cuando una persona moría, lo primero de todo era avisarle al párroco para que ordenara el doblar de las campanas, más pausado y largo cuando el difunto
era de la alta sociedad y más corto el de los pobres. Inmediatamente se escuchaba el toque de difuntos, de todas las casas mandaba al encerrador (el que lleva  las vacas a la manga y encerraba por la tarde a los terneros) a que preguntara al sacristán quién había muerto.
Ya enterado todo el pueblo del acontecimiento, comenzaba el desfile a la casa del difunto, en la cual todo era confusión. Pocos lloraban en silencio. Las mujeres,
casi en general, encaramaban a dos o tres camas que habían en alguna de las piezas, se envolvían en un pañolón y a llorar se dijo. Que hacia recordar aquello de las plañideras en la antigüedad. Claro que entonces no estaban, como estamos ahora los cristianos, bien ilustrados sobre el verdadero sentido de la muerte, que es una pena profunda, una ausencia muy dolorosa, pero solo temporal, ya que los que nos preceden en el viaje a la eternidad, van a descansar de las penas de este mundo y a gozar de la presencia de Dios.
Las vecinas les llevaban agua de toronjil para los nervios y a las más desesperadas algunos calmantes recetado por el médico de la familia. Mientras tanto, 
los parientes y algún experto amortajaban el cadáver, lo colocaban en el ataúd y este en la sala sobre dos soportes metálicos, y a los lados cirios encendidos. 
Arreglaban un catafalco con una mesa con mantel blanco, sobre la cual ponían un Cristo, un cuadro de la Dolorosa y algunas plantas verdes. 
Los ataúdes en ese tiempo, no tenían la ventanita que les hacen ahora, de manera que cuando algún deudo quiera ver el cadáver, tenían que quitar la tapa yeso era la revolución, porque todos los presentes querían verlo.
La duración del velorio por lo menos 24 horas, durante las cuales la sala permanecía llena de gente salmodia el Rosario. Cuando se acercaba la hora del entierro,
esta salmodia iba subiendo de tono de manera impresionante.
Media hora antes de la ceremonia litúrgica, las, las campanas de la iglesia comenzaban a doblar. Si la persona importante, el doble lo tocaban dos veces con intervalos de diez minutos. Si era clase media, tocaban dos veces y si era pobre, una sola vez. En este tempo había, entierro de primera, segunda y tercera. 
Cómo les parece? El entierro de la primera era con tres sacerdotes, el de la segunda con dos y el tercero con uno. Para el de la primera, el párroco usaba 
capa de brocado negro con galones plateados; dos coadjutores, uno a la izquierda y otro a la derecha, con casullas negras también, con galones plateados y con bonete (ese gorrito que ya paso a ser pieza de museo)el orden para ir a la casa del difunto, como se acostumbraba, era el siguiente: primero un acólito con la cruz y los ciriales y por último los sacerdotes al llegar a la casa ya los deudos estaban en el zaguán con el ataúd en los hombros. 
El párroco rezaba un responso, incensaba un féretro y emprendían camino al templo. En cada una de las esquinas se detenían, y repetían lo del incensó
y el reposo. Las mujeres no acostumbraban asistrir al entierro. Solo los hombres.
Ellas se quedaban llorando a todo grito. Claro que habían excepciones de gente mas cultas y mas controladas, que no gritaban, sino que lloraban calmadamente.
El entierro no era con Misa, sino con el oficio de difuntos cantado en latín y con música gregoriana. Y siempre los sacerdotes de espaldas al pueblo.
Este me hace recordar lo de la viejecita de Jericó, la cual, cuando después del concilio las ceremonias litúrgicas las hacían de frente y en castellano, dijo: 
-gracias a mi Dios se dieron cuenta de que haciendo las cosas al revés. Al cementerio iba muchísima gente pues tenían muy en cuenta aquella obra de 
misericordia, “la séptima enterrar a los muertos”.
A propósito de distintos entierro, quiero contarles ya, lo que antes les anuncie, me había referido el inolvidable amigo Juan Álvarez Restrepo en su última
visita a Sonsón.
Un señor muy distinguido y rico ganadero, llego de feria bastante fatigado, se sentó en una silla y a poco murió repentinamente. Llamemos don Ruperto a 
este señor y a su esposa doña Juana, la cual advirtió que no dejaría enterrar a su marido sino pasadas 36 horas, porque con una muerte así, de pronto lo
enterraban vivo. No hubo manera de concederla, de que dos noches de velorio eran muy duras.
A los tres días las campanas de la iglesia doblaron lentamente, para entierro de primerísima clase. Todo el pueblo asistió, primero a la ceremonia litúrgica,
y luego al desfile hacia el cementerio. Sucedió que cuando iban llegando a la capilla de Jesús (destruida más tarde por los terremotos) los que llevaban en
hombros el féretro, comenzaron a sentir unos movimientos muy raros dentro del cajón. Atemorizados lo descargaron en la acera y repentinamente la tapa
se salto y don Ruperto, amortajadocon el hábito de San Francisco se sentó y dijo: Pero que sucede? Para donde me llevan? Y es que me iban a enterrar vivo
estos desgraciados?
La gente llena de terror se alejó corriendo. 
Unos pocos, los más valientes, se quedaron estudiando la manera de avisar a la familia lo acontecido y llevar a don Ruperto a la casa. Don Jerónimo Jaramillo se ofreció a esto de avisar a doña Juana. Llegó a la casa. Lo recibieron con desgarradores lamentos, pensando que ya regresaba del cementerio. El, dirigiéndose a  doña Juana le dijo:
- Cálmese, por favor, Juanita. – Cómo que me calme, dijo ella, con Ruperto muerto y enterrado? Don Jerónimo no sabía qué hacer ni que decir, hasta que por fin se resolvió:
- Bueno Juanita, y si don Ruperto no hubiera muerto? – No diga bobadas don Jerónimo, que esto ya no tiene remedio ni consuelo.- Pues sepa que Ruperto no murió. 
Ya vienen con él. Doña Juana medio desvanecida en una silla grito: - ¡pude con la muerte de Ruperto pero con su resurrección no puedo!................